S&I Sudamérica Sur

Un lugar donde encontrar respuestas

Relato por Agustín Gonzáles de Estaca Godoy Cruz, Mendoza, Argentina

La mayoría de los domingos, luego de que las reuniones dominicales terminan, llevo a mi mamá junto con mi hermano menor a casa. Por razones de su llamamiento mi padre se queda un rato más en la Iglesia, por lo que luego de llevar a parte de mi familia, tengo que regresar a la capilla a buscarlo, y normalmente a esa hora ya casi nadie queda en el edificio. Pero un domingo al volver a buscar a mi papá me encontré con que no se habían ido todos. Una familia que yo no reconocía hablaba con el consejero del barrio en el salón bautismal, y sus miradas de asombro eran evidencia de que estaban en un lugar nuevo para ellos. Así que al salir ellos de allí, me acerqué a saludarlos. Allí estaba Nicolás con su padre, Cristian y su hermano menor Uriel. En ese momento Cristian comentó que de joven alguna vez fue a la Iglesia, pero, por diversas situaciones no pudo volver, aunque siempre se quedó con ese deseo de regresar. Admitió que muchas veces pasó por afuera de la capilla, aunque no se animaba a acercarse. Pero ese domingo, ya que andaba con sus hijos, tomó la decisión de arrimarse a ver si había alguien que les diera información sobre las reuniones. Con entusiasmo les dijimos que, aunque las reuniones ese día habían finalizado, los esperábamos el próximo domingo. Obviamente también dijimos que nos gustaría que charlaran con unas amigas (las misioneras) quienes podían ayudarles con algunas preguntas que ellos tenían. ¡Qué gran trabajo hicieron las hermanas! Ese próximo domingo, asistieron ellos tres. Al siguiente, se sumó la esposa de Cristian y su otro hijo.

Al pasar las semanas, ellos no solo participaban de las reuniones los domingos sino también de las actividades del barrio. En una de esas actividades, invité a Nico a sumarse a nuestras clases de Seminario a las seis de la mañana. Dijo que le encantaba la idea, pero no me prometía asistir porque iba a costarle despertarse tan temprano. Para mi asombro, al otro día, él estaba ahí conectado…, y no solo se conectó a esa clase, sino que a los días y semanas que continuaron. Los chicos lo recibieron muy bien y en poco tiempo él ya había encontrado nuevos amigos en la Iglesia. Al pasar los días no solo se conectaba de manera virtual a Seminario, sino que comenzó a compartir sus opiniones y preguntas también.

Un día, antes de irme a acostar, recibí un mensaje de WhatsApp de Nico. Él escribió: «Perdón por la hora, pero quiero hacerte una pregunta»; (debo admitir que en ese momento me asuste un poco pues no sabía qué iba a decirme). Él agregó: «¿Vos podrías bautizarme?». ¡En mucho tiempo, ninguna pregunta me había llenado de tanto gozo como aquella! Si bien él tenía algunas preguntas aún, decidió ser valiente y seguir las impresiones del Espíritu.

Luego de dos semanas Nicolás se bautizó, como así también su papá Cristian y su hermano Uriel.

Para Nico, Seminario ha sido una herramienta para encontrar respuestas a sus dudas. Él me dijo que había asistido a otros cursos o instituciones de lectura de las escrituras, pero que ninguna se parecía a Seminario, donde se habla más detalladamente de los relatos de las Escrituras y edifica un lugar seguro para que ellos (los jóvenes) puedan hacer preguntas y ayudarse mutuamente a encontrar las respuestas.


Relato: Agustín Gonzáles y Mónica Miranda. Estaca Godoy Cruz, Mendoza, Argentina
Redacción y Edición: Rubén Tidei. Rolando Armijo. Ariel Noriega


Nicolás junto a su padre y hermano antes del bautismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Agustín (derecha) y Nicolás (izquierda) en el día de su bautismo

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