Jorge Detlefsen, recientemente se jubiló como Coordinador de Seminarios e Institutos de Religión. Durante cuatro décadas ha plasmado su testimonio en su manera de Servir.
Sus palabras:
«Mi primera experiencia con seminario fue en el año 1972. Estaba en el segundo año de la escuela secundaria. Uno de mis compañeros de curso, Oscar Italia, me habló del evangelio durante un recreo. Ese mismo día me regaló un Libro de Mormón (llevaba varios en su cartera escolar). El recién tenía tres meses de bautizado y un gran espíritu misionero. Me leyó la promesa de Moroni 10: 3 – 5 explicándome que si oraba sentiría un “ardor en el pecho” como respuesta de la veracidad del Libro. Así lo hice al día siguiente. Me arrodillé y oré preguntando si lo que mi amigo me había explicado y el Libro que me había regalado, eran verdaderos. Nunca había orado de esa manera, de rodillas y en voz alta. No obtuve una respuesta en ese momento. Sin embargo, al llegar ese día al colegio y descender del micro, supe, con toda certeza, en mi corazón que era verdad lo que Oscar Italia, mi amigo, me había enseñado y que el Libro de Mormón era escritura sagrada!
Recuerdo con mucho cariño el primer domingo que asistí a la Iglesia, sentí literalmente que regresaba al hogar. Ese mismo domingo fui invitado a las clases de Seminario. Casualmente se estudiaba el Libro de Mormón y fue una gran ayuda para mí estudiarlo junto a mis nuevos amigos de la iglesia.
Desde ese momento hasta ahora me he mantenido firme, he experimentado muchas veces esa cálida y contundente confirmación del Espíritu respecto a otras muchas verdades que fui aprendiendo con el tiempo.
Fui misionero y al regreso me sellé en el Templo de San Pablo, Brasil, con Adriana, mi compañera eterna.
En 1984 fui contratado por la Iglesia para ser Asistente en el SEI y luego Coordinador de Seminario e Instituto. Ya me encuentro jubilado de esa hermosa tarea, luego de 39 años de servicio.
Sé, y por eso testifico, que nuestro Padre Celestial ama a todos sus hijos, y prepara el camino a fin de que puedan regresar a su presencia. Solo debemos estar dispuestos a transitarlo con fe y valor.»